Sábado, 26 de Noviembre de 2022
El Argentina-México era de esos partidos de los que se dice que debería arbitrarlos la ONU. Especialmente para los primeros, que si perdían se quedaban fuera del Mundial a las primeras de cambio. Ya hace años que se hicieron virales los insultos más o menos creativos de algunos de sus aficionados -tobogán de piojos por calvo o cementerio de canelones por gordo-, pero durante este Mundial apareció una sensación diferente. Esos insultos parecen haber seguido la lógica del niño al que le ríen la ocurrencia y la repite mecánicamente hasta agotar la atención ajena. Ahora algunos, para llamarla desesperadamente, recurren a la misoginia y la xenofobia, como pudo verse en el anterior partido argentino. Me quedo con otro mensaje, un leal “en las malas, más que nunca”, que también ha podido leerse estos días.
La albiceleste salvó el match-ball contra México y el Mundial sigue coleccionando tensiones entretenidas. Pero Catar tendrá un problema futuro. No genera -no tiene pinta de que vaya a hacerlo- recuerdos asociados a un lugar concreto. No habrá Maracanazo, ni milagro de Berna, una batalla de Santiago, ni abrazo del alma en el Monumental, tragedia brasileña en Sarrià, barrilete cósmico en el Azteca, lágrimas inglesas en Turín o dramático Mineirazo. Ese tipo de memorias constituyen parte del corpus cultural básico de este juego. Pero es difícil eso en un Mundial que parece jugado en un aeropuerto, en una urbanización, en un centro comercial en el mejor de los casos. En un no lugar.
Banda sonora: