Viernes, 25 de Noviembre de 2022
La literalidad parece cosa de otra época. Nos hemos acostumbrado ya a ver vídeos de TikTok en los que una persona cuenta, bailando y gesticulando como quien aparca un avión, el terrible accidente de su pareja que la dejó viuda, por poner el último ejemplo que me pasó por delante. La disociación es una marca que se empeña en mantener como propia el mundo digital, donde es habitual ver -bajo el disclaimer con afán de club jovial y selecto “es que así es el lenguaje de internet”- mensajes que hacen chocar forma y fondo. Estaremos viejos, pero vendría bien, sobre todo en caso de tener que ayudar, saber cómo estás. Bromas sobre estar al borde del precipicio, sobre no poder más. La lloradita y a seguir, que no deja de ser el sueño dorado de todo jefe. En otras ocasiones, el mundo digital decide, for the lulz, fijarse solo en la literalidad. Así ocurre con Mariano Rajoy. Ahora convertido en cronista del Mundial, sus dos párrafos de obviedades y sinsorgadas en un diario parecen gracias más importantes de reír que el recuerdo de los años durísimos de crisis, desahucios y represión social en los que gobernó.
Durante estos días de Mundial hemos sabido que treinta años después habrá dos astronautas españoles. Se llaman Pablo Álvarez y Sara García. Son los primeros de su familia en ir a la universidad. Y ahora, al espacio. La clase trabajadora no sabemos si va al paraíso, pero es capaz de ir hasta las estrellas. Recomiendo ver la foto que les han hecho en El País y la necesidad que crea: la de escuchar un disco de tecnazo con esa portada. Esta jornada nos dejó un disfrute en diferido. Que es como le llamamos a veces al deseo. Por lo pronto, un Inglaterra-Gales y un Irán-Estados Unidos decisivos. Escucho una entrevista a Isaac Rosa en El Salto sobre Lugar seguro. Una de las cosas que más me gustó de esa novela es cómo golpea donde duele cuando habla del deseo. El protagonista calibra así a los idealistas de la trama: “no pueden conseguir que deseemos de otra manera, que dejemos de desear”, en referencia a esos horizontes que nos motivan más a corto que a largo plazo y que nos mantienen leales a un sistema que sabemos desigual, injusto, atroz, pero que nos compra con pequeñas satisfacciones o al menos deseos cubiertos. Sean, esos deseos, falsos o no. Subvertirlo es una tarea titánica. Quizá incluso una definición válida de revolución. Lo digo mientras veo el Mundial.
Banda sonora: