Ultras del amor
Vengo de una generación muy literal. Creo al menos que más que las más jóvenes. Me sorprende lo poco que se señala eso como uno de los mayores gaps de edad existentes. En mi caso, castellano criado entre una economía de sobriedad expresiva y estribillos para quemarlo todo, esa literalidad ha sido de ayuda para entender el mundo. Facilita posiciones. Ahorra tiempo. Ancla para bien y para mal. Ese miedo a gastar las balas de la propia veracidad no se abandona nunca, me temo.
Se aferra uno a las palabras si van medidas. Se da por hecho que no vinieron a marear. Pesa un “te quiero” como lo hace la ausencia de un “y yo”. Lo dicho, es. Se acaba viviendo sin calcular espacio para maniobrar. Tomando cada coraza por un recorte del derecho a sentir. Se cree. Se quiere creer y confiar. Si el mercado de la atención es la culminación del viejo sueño capitalista de medir y mercadear con nuestros sentidos, la hipérbole es su dopaje. Pero son, en fin, cosas de viejo, como pasear, recoger comida que no es para otro o las fotografías sin personas.
No todo lo dicho, claro, es cierto. Hay frases hechas poco respetables. Perder el tiempo y ganarse la vida se presentan siempre como complementarias. Siempre cuantificando. Hace un tiempo le llamaron procrastinar a los gritos de auxilio que se escuchaban si uno pegaba la oreja a las rendijas de los ventiladores de la productividad. Desde las salas de máquinas se interpretaba como falta de compromiso y seriedad el cuidado de uno mismo y las relaciones con otros humanos. Cada informe presentado a tiempo, en cada oficina diáfana, era un cementerio de besos.
Aprendí hace unos años que en algunos países latinoamericanos al vigilante de una zona en obras se le llama guachimán. El watching man. Quiero creer que existen los espacios, los momentos vitales vigilados por ultras del amor. Pasamontañas que enmarcan pestañas que saben morse, bufandas de lo posible, botes de humo para despistar a la policía de la resignación. Gritan coros sobre barrer ruinas y empezar a construir sobre ellas.